viernes, 21 de noviembre de 2014

Dos apuntes sobre la génesis de la salsa. De una lectura del libro de Tablante.

 El dólar de la salsa. Del barrio latino a la industria global de fonogramas, 1971-1999 (Iberoamericana, 2014), de Leopoldo Tablante, no es un libro de mitología musical. No vamos a encontrar aquí demasiada referencias a artistas, álbumes y canciones ineludibles. O no es eso lo más importante. Lo que encontramos aquí es un estudio sobre el contexto en el que surge la salsa y sobre el proceso por el cual esta "manera de hacer" música deviene, y se desarrolla como, producto de mercado.

Dos apuntes sobre la génesis de la salsa.

El gueto latino. La salsa es una "manera de hacer música" que nace a mediados de los sesenta en el Spanish Harlem en el contexto de las relaciones entre el Estado Libre Asociado antillano y Estados Unidos. En su origen, la salsa es un modo de representación fundamentalmente nuyorican. Un modo de representación de los pobladores del gueto latino de Nueva York. La perspectiva doble a la hora de entender el concepto de gueto nos permite comprender por qué dentro de espacios sociales pauperizados pueden surgir este tipo de manifestaciones artísticas.

"El gueto es una congregación de grupos humanos situados en los sectores más precarios de la estructura económica de la ciudad pero al mismo tiempo es una región homogeneizada histórica y culturalmente."

O sea, el gueto no es sólo un espacio geográfico en el que un grupo de personas viven con poco dinero. El gueto constituye el espacio social donde esas personas generan sus propias claves de convivencia, sus escala de valores y su identidad.
La principal característica del barrio latino, a parte de la evidente pobreza de sus pobladores sería "la inscrustación del mundo rural" en la dinámica de la vida urbana. Teniendo en mente esa dialéctica del habitar, es fácil entender por qué la salsa se convirtió también en la expresión musical propia de los barrios de las grandes ciudades latinoamericanas.

¿Por qué Cuba? ¿Por qué los nuyoricans, en lugar de tomar como estructura principal de la salsa alguno de los estilos populares propios de Puerto Rico, como la bomba o la plena, se miraron en el espejo afrocubano?

1) El son montuno cubano tocado a la manera de  Arsenio Rodríguez conectaba más con la sensibilidad de los expatriados borinqueños. Había ciertas equivalencias nómadas, ciertas similitudes existenciales, entre lo vivido por los cubanos en su isla (la problemtica del éxodo del campo a la ciudad, de nuevo) y lo que experimentaron los puertorriqueños que llegaron a Nueva York a buscarse la vida. Además, a diferencia de la plena o la bomba, cuyas descripiciones giraban en torno al mundo rural, el son montuno aludía a las complejidades propias del modo de vida urbano. Hay quien discrepa de todo esto. Willie Colón, por ejemplo, decía que podía pasarse toda la noche tocando salsa sin hacer ni una sola referencia a la música cubana.

2) La música afrocubana  había gozado de cierta popularidad en el Nueva York de los años 30 y 40. A finales de los cincuenta, tras el agotamiento comercial del mambo y del chachachá, la música latina vuelve a replegarse en el barrio, de mayoría puertorriqueña. La música afrocubana es la música que por cercanía e identificación simbólica van a escuchar los nuyoricans de la época.





martes, 18 de noviembre de 2014

A2

Al meter la mano en el bolsillo del chaquetón y no encontrar el sobre con el dinero experimento una sensación parecida a la del trabajador de una cadena de montaje que extendiera su mano y en lugar de tomar la pieza que espera y que la máquina todavía no le ofrece -pues debido a la repetición constante  de los mismos movimientos este hombre ha conseguido ser más rápido que la propia maquinaria- lo que palpara fuera el vacío. Esta nada palpable justo ahí donde más bien debería de haber algo produce un micro-pinchazo eléctrico en un punto determinado del cerebro, un pequeño cortocircuito que poco a poco, jornada tras jornada, va mermando cada vez más la cordura de este operario, cuyo previsible destino implica una sucesión de problemas psicosomáticos, desencuentros amorosos y bajas por depresión que culmina con su muerte laboral y social.

 ¿Pero dónde coño he puesto los mil euros?

 Mil euros, quinientos de mi novia y quinientos míos. Mil euros que iban a ser ingresados en una cuenta conjunta. Hago footbreak, que significa que freno con un pie, y me bajo del patín. Estoy parado en mitad de la plaza y creo que voy a llorar. La última vez que lloré fue viendo el telediario. Y la anterior con el final de una novela de Junot Díaz. Parece que solo lloro con la ficción, pero no, también puedo llorar por dinero. Por su pérdida.

PAUSE:

Fue hace más de quince años. Acababa de terminar de trabajar como extra en una cafetería que había montado mi tía en un centro comercial. Durante diez horas serví cafés, serví tostadas, serví zumos, serví bocadillos, serví minipizzas, serví sonrisas radiantes y serví buenas palabras, esfuerzo que mi tía entendió que valía cinco mil pesetas. Con el flamante billete en el bolsillo salí con la intención de dirigirme a la feria, porque era joven, era mayo y era Córdoba. Un coche paró a mi lado y desde el interior una mujer me preguntó si sabía dónde quedaba la feria. Le contesté que yo iba para allá y que si me llevaban podía indicarles. Me venía de perlas porque estaba muy cansado y el recinto ferial estaba en la otra punta de la ciudad. Me subí en la parte de atrás y mantuvimos una de esas conversaciones inconexas que se dan entre desconocidos. En un momento determinado la conductora paró el coche, saco de la guantera un espejito y preguntó si teníamos un billete. Yo me sentía en deuda con ellas por haberme ahorrado la caminata así que les ofrecí el mío. Pese a que rechacé la raya que me ofrecieron no recuerdo qué fue lo que pasó, el caso es que cuando llegué a la caseta donde había quedado con mis amigos y me busqué el billete, allí no había nada. Y lloré. Recordaba el billete cilíndrico y el montoncito de farlopa sobre el espejo y los zumos y las tostadas y los cafés y las sonrisas falsas y las buenas palabras y la camisa blanca de camarero y mis zapatos baratos y no podía parar de llorar. Una amiga me hizo un porro y me abrazó. Según ella esa noche no me iba a faltar de nada.

REC:

Ya sé dónde están los mil euros. Los tienes tú.



lunes, 17 de noviembre de 2014

Autoficción 1 (En adelante A2, A3...AN)

(Autoficción: el protagonista soy yo convertido en personaje. O sea, que no soy yo. Lo que le pasa al prota puede basarse tanto en hechos reales como en la imaginación del autor. Los personajes que aparezcan por aquí no serán personas reales en ningún caso.)

Tres semanas después de que el tobillo se me torciera a traición y adoptara la forma de un melón de Villaconejos me dispongo a coger de nuevo el long. Tengo que ir al banco y voy a grabarlo todo.

REC:

El patio comunitario está lleno de plantas bien cuidadas cuyos nombres, tanto comunes como científicus, desconozco. Llevo mil euros en el bolsillo del chaquetón. Jesús, el portero, me devuelve el buenos días sin levantar la cabeza de la fregona. Sé poco de Jesús, que es español, blanco, calvo, que tiene unos 60 años y un hijo que viene de vez en cuando a suplirlo, que le gusta escuchar música o la radio mientras trabaja, que es estimado por algunos vecinos, que lee periódicos gratuitos. Se mueve por el edificio con el flow de los que llevan en el mismo sitio mucho tiempo, con fluidez, casi como si la finca fuera suya; con dignidad, casi como si se supiera imprescindible. Piso el suelo recién fregado con expresión de culpa, con un pelín más de expresión que de culpa, y salgo a la calle. Hay tanta luz que me siento la cara oculta de los ojos. Me pongo el casco y oigo a mi espalda: ¡Hey, hermano! Mahamadou está sentado en un banco negro de falsa forja, bebiendo cerveza y fumando cigarrillos. Lo que sé de Mahamadou: que es negro, senegalés, calvo, que tiene entre cuarenta y dos años -esa fue la edad que me dijo que tenía la primera vez que le pregunté- y cincuenta y tres. Que en Senegal fue policía y profesor de karate, que tiene dos niñas en su país y que vende por  las calles de Madridcentro  bolsos y complementos varios, pero que evita la manta porque tiene la espalda regular y al parecer es un trabajo muy duro. Tuvo una enfermedad ocular hace poco que estuvo a punto de dejarlo ciego, pero gracias a la gente de Yo Sí Sanidad Universal Lavapiés  pudo operarse y ahora ve mejor que yo. Pasa muchas horas en la puerta de la tienda de conveniencia que hay frente a mi trabajo. A veces una jornada laboral completa. Pensativo y cordial, saludando a todo aquel que se deje saludar, plantado en esos dos metros cuadrados de España, la temporalidad europea va atravesando a este africano negándole casi todo; menos latas de cerveza de medio litro y arrugas. Hace poco que se ha empadronado con nosotros, en nuestra casa. Vive en una okupa: si lo pilla la policía vendiendo su género y sin un documento que acredite que está empadronado en algún lado pueden ingresarlo en un centro de internamiento de inmigrantes o expulsarlo del país directamente. Me regala un caramelo de menta y nos decimos adiós. Antes de enfilar la cuesta de Ave María vuelvo a mirarlo y me grita: Mejor, hermano, mejor. Y yo no estoy muy seguro de lo que quiere decirme con esto, si mejor es que patine, que me vaya, que lo haya vuelto a mirar una vez que nos habíamos despedido o qué. Mejor, Mahamadou, mejor.
La calle Ave María es una cuesta empinada partida en dos por una carretera de adoquines que si la enfilas hacia abajo montado en el monopatín se convierte en una peligrosa dirección prohibida. Me mantengo en la acera todo el tiempo que puedo muy atento en esquivar a los transeuntes y a las losetas levantadas. La última vez que di con una loseta mal avenida se me encajaron las dos ruedas traseras en el saliente y volé. Volé mucho, dos o tres metros, aterricé con todo el dolor de mi muñeca derecha y mi cadera cerca de un señor que estaba tomándose un café americano en la terraza de la taberna La Mina. Al verme tirado en el suelo, sentenció: No pasa nada. Y en aquella ocasión tampoco supe muy bien qué quería decir este hombre, si era que que no le había molestado que cayera junto a él, si no pasaba nada porque me estuviera doliendo el cuerpo dado que el cuerpo, al fin y al cabo, es el lastre del alma, si no pasaba nada en general o si lo que pasaba era nada, en plan nihilista. Me incorporo en la carretera en dirección contraria al fluir de los coches y empiezo a sentir las energías (por llamar a esto que siento de algún modo), la llamada, de los establecimientos por donde paso:  Go Vegan, donde siempre que quiera puedo comprar carne falsa hecha a base de soja ecológica, Bar Los Gamos, la antítesis de Go Vegan hecha bar, donde jamás me he sentado, el Chino Guay, al que denomino de este modo porque no sé cómo se llama y vende los ingredientes de la sopa  agripicante que ahora se cocina en mi casa, Bajoelvolcán Vinilos y Libros, donde me gasto el dinero que a veces no tengo, Olivia Bar, el garito al que yo iría si yo fuera de bares, Supermercado Día, que cuando abrió tuvo una movida a propósito de los cimientos con la comunidad de vecinos que quedó en agua de borrajas, La Inquilina, que más que llamarme me repele, Viva Chapata, donde ponen comida vegana hecha con cariño, Café Barbieri, cuya ornamentación me desata complejo de clase, etc, etc. El tramo comercial que va de mi casa a la Plaza de Lavapiés, en definitiva. Y ya en la plaza, donde ahora desemboco, el sonido de un radiocassette emite un merengue pachanguero, cinco niños juegan al fútbol a balonazo limpio, una señora reparte vasos de plástico en los que se transparenta un líquido amarillento a un grupo de latinoamericanos, un guiri toca la guitarra sentado en un banco mientras se torna cada vez más rubio, un río de orina desbordado se aproxima desde Travesía de la Primavera, una nube de humo verde flota frente a la puerta del Carrefour, dos madres juegan en el minúsculo espacio recreativo de la plaza -tres columpios- con sus hijos, un hombre avanza  haciendo eses en un monopatín con cara de querer registrarlo todo, tres bengalíes fuman de pie, otro pasa con un carro hasta arriba de cajas de fruta, una señora se queda parada frente al quiosco de prensa un buen rato y luego se va sin comprar nada, una lata de cerveza vacía comienza a levitar, un diente cae al suelo, una mancha de vino tinto se materializa en una sudadera blanca. Y, sí, un sobre con mil euros, de repente, deja de estar donde estaba.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Entrevista a Efraín Rozas, de La Mecánica Popular

Hace unos meses, buscando música por la red, me dio por poner en la barra el buscador una conjunción loca: "salsa y psicodelia".  Y esto fue lo que encontré.




Guau, me dije, ¿pero esto? Y saltaron todas las alarmas de mi habitación. Busqué el disco al que pertenecía el temazo y, boom, desde ese día me declaro fan de La Mecánica Popular. Pero fan-fan. Fan hasta el punto de proponerle a uno de sus integrantes, Efraín Rozas, una entrevista.
Él, tan majo, accedió.




Antes de nada quería preguntarte por los comienzos de tu relación con la música. ¿Hay algún músico en tu familia? ¿Qué escuchabas de pequeño? ¿Y de adolescente? ¿Qué tipo de música te dejó de gustar y a cuál le has sido fiel a lo largo de los años?

Mi abuelo era un aficionado al arte en general. Un tío mío es uno de lo más importantes compositores académicos de Perú, un pionero en usar música andina en ese contexto, y mi madre escuchaba músicas muy diversas en su radio. Siempre escuché de todo, rock, pop, andino, afro latino, clásico; luego jazz. Ya más grande empecé a investigar en grabaciones de campo tradicionales de muchos países, en las vanguardias... amo la música y más bien cada vez escucho más cosas.

¿Cuáles son tus referentes actualmente?

Faltydl, un disco de “Rara” o “Gagá” de Haití, los blues de Hendrix, las épocas más improvisatorias de Santana, Dj Rashad (de la movida Footwork de Chicago). Y lo de Miles Davis con Pete Cosey (un superguitarrista).

¿Qué debemos entender por música popular en el siglo XXI?

Pues, la verdad, eso de dividir música popular y académica en 100 años me parece que va a desaparecer. La música que escucho justamente rompe ese esquema. 

 “Cuando estaba pinchando en Lima, un amigo me hablo de los hipsters peruanos. Me dijo que era un fenómeno nuevo, creado a partir de 2009 bajo la influencia de la web Pitchfork. Esos hipsters me pidieron que les trajera de Nueva York algunas copias de Roots of Chicha, un recopilatorio de cumbia psicodélica, para ahorrarse gastos de exportación. Lo curioso es que muchas de las cumbias recogidas en el disco las pueden encontrar mucho más baratas en las tiendas de segunda mano de su propia ciudad.” ¿Qué te parecen estas palabras de DJ/rupture?

Mmm. Pues por un lado me parece exagerado, la gente que le dijo eso debe ser una élite bien exclusiva porque la chicha ha permeado en todo Perú. Son coletazos de colonialismo, ¿no? Ese aislamiento. Por otro lado me parece que el movimiento del global bass/world electronics al que de alguna manera pertenece Dj/rupture es también el soundtrack de la expansión de la modernidad, un world music 2.0, traduciendo sonidos locales a un sonido mas “global” que en realidad es un sonido más Europeo, más de Estados Unidos. Ojo, ¡Dj/ruture me parece interesante muscialmente! Lo que me parece peligroso es cuando solo le damos cabida a UN solo estilo. ¡Que haya Dj/rupture! Pero que junto a él los productores pongan a Meridian Brothers o Tomas Tello que hacen una electrónica con elementos tradicionales pero con un enfoque muy distinto, que es bien diferente a la aproximación hipster de la que hablas, la segunda generación del world music y todos los estereotipos que este último tiene. Pero en este juego de hegemonías creo que nadie se salva, todos estamos en la red de poderes y hay que estar con los ojos bien abiertos y ser bien honestos.

Habéis hecho muchas actuaciones en Nueva York, ¿qué diferencias encuentras entre el público peruano y el estadounidense?

Con la Mecánica Popular no he tocado en Perú así que no podría decirte. Pero mi intuición es que aquí en NYC hay una avidez por lo nuevo y una voluntad de apoyar al artista para que pueda desarrollar su sonido. Porque todo gran artista pasa un proceso de desarrollo que requiere un apoyo curatorial, económico, de difusión, para que puede florecer y explotar.

Una pregunta importante: ¿baila la gente en vuestros conciertos?

SIEMPRE. Ese es el sentido de la banda. 
 
¿Cuál es el panorama actual de la salsa? ¿Se puede hablar de comunidad salsera o sólo de una escena en la que cada cual va a lo suyo?

Pues aquí se está empezando a armar una pequeña e interesante escena con Los Hacheros, Williamsburg Salsa Orchestra y Djs que están volviendo a la salsa dura que nació aquí.

¿Qué grupos salseros nos recomiendas?

Contemporáneos Los Hacheros, Bio Ritmo, Williamsburg Salsa Orchestra y de siempre Ray Barretto y Eddie Palmieri, mis héroes.

¿Cuál es el último disco que no paras de escuchar?

Varios! En este momento, mientras escribo, Blues, de Jimmy Hendrix.

Niño de Elche, un cantaor flamenco experimental, dice en una entrevista que una de sus grandes crisis como artista se produjo cuando tuvo que confrontar lo que cantaba con su vida cotidiana. Una de las cosas que más me he entusiasmado de tu disco es que uno puede cantar esas canciones y hacerlas suyas porque conectan cierta sensibilidad actual. Dejé de escuchar a Ismael Rivera por una canción: Si te cojo. ¿Crees que existe la idea en el público de que la salsa promueve valores reaccionarios?

No lo tengo muy claro. Pero ahora ando en una búsqueda de un lenguaje más musical. He estado experimentando incluso con efectos, en los que ya ni la voz se entiende. Es como mi experiencia con músicas en inglés... no entendía pero había una transmisión misteriosa de significado. Por ahí estoy explorando.




En un panfleto antihipster publicado recientemente en España, Indies, hipsters y gafapastas. Historia de una dominación cultural, su autor, el crítico Víctor Lenore, habla de una ocasión en la que entrevistó a Rubén Blades y dice: "Recuerdo como una lección la vez que me tocó entrevistar a Rubén Blades en 2003. Comencé por comentarle que en Rockdelux  habían escogido su álbum Buscando América (1984) entre los doscientos mejores discos del siglo XX. "¿En qué puesto me pusieron? ¿En el doscientos?" Blades sabía que no existía ninguna posibilidad de quedar entre los primeros. Sencillamente: era panameño y hacía música para todos los públicos." . ¿Que opinión te merecen estas palabras?

Mira, esa discusión de hipsters sí, hipster no, no me interesa mucho. Las etiquetas no me gustan. De lo que sí te puedo hablar es de cómo ciertas tendencias se entienden como “la vanguardia” o el “aquí y ahora”, cuando en realidad hay muchas otras interesantes que definitivamente no tienen los recursos para ser tan claras en su menaje, o que por innovadoras no llegan a cuajar. Entonces más bien hablemos de eso, de cómo en nuestro día a día excluimos algo porque no se parece al mainstream o de cómo apoyamos a músicos alternativos, de la periferia. Mira, ya hemos gastado bastante en hablar de esas categorías, mejor pongamos la pregunta en estos términos: ¿Cómo hacemos como músicos, público y productores para que otras voces se visibilicen? No me interesa ser anti nada. Yo tengo algo de hipster también. Me interesa  todas las voces, las hipster, las autistas, las LGBT. Que estén todas.


A un año del lanzamiento del disco, ¿cuál ha sido la respuesta de la prensa cultural?

Muy bien, hemos tenido apoyo aunque es difícil también porque creo que es un producto medio raro en el sentido de que es salsa pero no; tiene elementos de diferentes lugares. Igual nosotros ya hemos logrado hacer algo más orgánico de tanto tocar en vivo, entonces el siguiente disco será más inclasificable aún pero más orgánico. Y el concepto será mas claro a la vez. Este disco tiene esa virtud y ese defecto. Se me viene a la cabeza la imagen de un injerto en una planta. Aún se ven las uniones en el disco, pero ya van a salir las frutas de ese injerto y parece que van a ser bien ricas.

¿Crees que la salsa es un estilo musical que puede interesar a las nuevas generaciones?

Yo creo que cualquier estilo puede interesarnos si escuchamos con atención.

¿ Ha tenido una buena acogida vuestro proyecto en entornos salseros más clásicos?

Sí y no. Siempre hay buena acogida. Aunque en los salsódromos más clásicos de NYC la gente nos aplaudió, se notaba que querían lo de siempre. Igual siempre nos han escuchado con amabilidad y respeto y lo han disfrutado.

Aquí, entre tú y yo, ¿cuál es tu tema preferido del disco de La Mecáncica Popular? ¿A qué canción le tienes más cariño? Yo flipo mucho con Muy distinto; y con Guajiro.

Guajiro y Sé que me olvidaste me parecen los temas mas logrados del disco.



Cuando pongo en el bar vuestro disco siempre hay alguien que se acerca para preguntarme, “Perdona, ¿esto qué es?”. Esa mezcla de psicodelia y salsa... ¿Qué efecto queréis crear en el que os escucha?

Yo creo que hay gente que hace música para ser parte y continuar una escena, y otros hacen música para una escena que se imaginan. Yo me imagino una fiesta de gente bailando salsa durísima pero a la vez alucinando, casi meditando... en éxtasis... Creo que la religiosidad afro cubana tiene algo de eso... llegar a lo más elevado a través del cuerpo, del gozo, cosa que en occidente es medio contradictorio; para algunos, al menos.

Bueno, Efraín, muchas gracias. Si quieres añadir algo. Si tienes en mente alguna pregunta que hubieras querido que te hiciera y no te he hecho, adelante.

Muchas gracias a ti! Por favor añade nuestro link de FB. Tenemos un show el 7 de noviembre en NUBLU... SALSA Y SEXO vol. 7.
Salsa y sexo vol. 7