martes, 28 de octubre de 2014

Diez cosas a tener en cuenta cuando se va a un bar

Hay un cartel en un bar de Lavapiés que dice lo siguiente:

En este bar el cliente es el rey pero el camarero es Dios.

Como creo más en las relaciones entre iguales aquí va un posible decálogo por el bien común.

1. El camarero está de servicio. Contra lo que pueda parecer a la mayoría los camareros no nos cuesta demasiado realizar ese trabajo afectivo que consiste en ser simpáticos. Los camareros preferimos trabajar en un ambiente de acolchada cordialidad antes que hacerlo en un lugar donde predomine el mal rollo. Pero no lo olvides: el camarero está trabajando, te ayudará siempre que pueda, escuchará lo que tengas que contarle en la medida de sus posibilidades, pero recuerda que tiene que atender a otras personas, cambiar el barril de cerveza, limpiar la barra, pegarle un grito al mangante que ahora mismo le está echando mano a tu cartera y un largo etcétera de pequeños deberes que hacen inviable la recepción continuada de tu mensaje-tabarra.

2. Al camarero, como a todo cristo, le gusta gustar pero no que le atosiguen. El camarero no se puede ir del bar, en ocasiones tiene que moverse dentro de una barra realmente minúscula, así que debes moderarte en tus comentarios a propósito del camarero. Sobre todo, querido cliente, debes abstenerte de opinar acerca de su físico en voz alta. Si ves que la camarera tiene los pezones de punta no hace falta que digas nada. Tampoco es necesario que la mires con cara de baboso. Si el camarero te parece atractivo pero no muestra interés alguno por las señales que le lanzas, claudica. Es un puto coñazo trabajar así.

3. El camarero no está borracho. El camarero no lleva tu pedal, como mucho se habrá bebido un par de cañas, así que no puedes obligarle a que muestre más alegría de la que muestra ni a que cante o baile esa canción de los Rolling que no conoce ni mucho menos a que se funda contigo en un fraternal abrazo y ¡ueeeeeo!

4. El uso generalizado del garrafón es un mito. De entre todos los bares donde la espalda del camarero ha ido arqueándose progresivamente no ha habido ni uno solo en el que se vendiera alcohol fraudulento. Así que la disposición a sospechar y esa estrategia de mirar fijamente a los ojos del camarero para ver si éste titubea cuando se le pregunta si será de garrafón el Red Label que llena la copa, se presentan como modos de proceder completamente obsoletos.

5. Da igual que conozcas al jefe.  Frente a una negativa: "¿Está [nombre de pila del jefe] por ahí?". Esa forma de intentar vencer la resistencia del empleado apelando a una hipotética amistad con el jefe resulta particularmente miserable. Si ya no ponemos más copas da igual quién seas que no te vamos a poner nada. No estamos en un cortijo. El camarero no va a echar ni un minuto más sólo porque tú hayas estudiado con la jefa hace veinte años en Salamanca.

6. No dudes del camarero en aquello que sabe mil millones de veces con más rigor que tú, por ejemplo, la hora del cierre. "Pero, todavía no son las cuatro", "Cerramos a las tres", tras mirar su reloj, "¿Seguro?"

7. No des por hecho que el camarero es un farlopero. Ya no estamos en los noventa. Así que si se rasca la nariz reiteradamente no hace falta que hagas bromitas y pongas cara de doble sentido, seguramente será que es alérgico.

8. Un bar de copas no es el duty free de la moralidad. La palabra dada debe cumplirse como en cualquier otro lado.

9. Los regalos son voluntarios. Pedir cañas gratis, chupitos gratis, cosas gratis, alegando que has consumido mucho pone al camarero en una situación incómoda. Muchas veces no podrá invitar porque sus jefes no se lo permiten, otras veces no podrá porque hay que cumplir con unos objetivos de venta y otras simplemente no querrá. Repetir que no quince veces es muy cansino (Particularmente, prefiero que alguien me pida una caña porque no tiene dinero a que me exija algo gratis porque ha gastado mucho).

10. Y en último lugar pero no por ello menos importante: violencia etílica. El camarero no tiene que aguantar tus frustraciones mal llevadas ni tus delirios agresivos. Es muy, pero que muy, agobiante tener que lidiar con borrachos violentos. Si el camarero te dice que no te sirve más bebida, acéptalo, seguramente lo agradecerás al día siguiente.


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