viernes, 21 de noviembre de 2014

Dos apuntes sobre la génesis de la salsa. De una lectura del libro de Tablante.

 El dólar de la salsa. Del barrio latino a la industria global de fonogramas, 1971-1999 (Iberoamericana, 2014), de Leopoldo Tablante, no es un libro de mitología musical. No vamos a encontrar aquí demasiada referencias a artistas, álbumes y canciones ineludibles. O no es eso lo más importante. Lo que encontramos aquí es un estudio sobre el contexto en el que surge la salsa y sobre el proceso por el cual esta "manera de hacer" música deviene, y se desarrolla como, producto de mercado.

Dos apuntes sobre la génesis de la salsa.

El gueto latino. La salsa es una "manera de hacer música" que nace a mediados de los sesenta en el Spanish Harlem en el contexto de las relaciones entre el Estado Libre Asociado antillano y Estados Unidos. En su origen, la salsa es un modo de representación fundamentalmente nuyorican. Un modo de representación de los pobladores del gueto latino de Nueva York. La perspectiva doble a la hora de entender el concepto de gueto nos permite comprender por qué dentro de espacios sociales pauperizados pueden surgir este tipo de manifestaciones artísticas.

"El gueto es una congregación de grupos humanos situados en los sectores más precarios de la estructura económica de la ciudad pero al mismo tiempo es una región homogeneizada histórica y culturalmente."

O sea, el gueto no es sólo un espacio geográfico en el que un grupo de personas viven con poco dinero. El gueto constituye el espacio social donde esas personas generan sus propias claves de convivencia, sus escala de valores y su identidad.
La principal característica del barrio latino, a parte de la evidente pobreza de sus pobladores sería "la inscrustación del mundo rural" en la dinámica de la vida urbana. Teniendo en mente esa dialéctica del habitar, es fácil entender por qué la salsa se convirtió también en la expresión musical propia de los barrios de las grandes ciudades latinoamericanas.

¿Por qué Cuba? ¿Por qué los nuyoricans, en lugar de tomar como estructura principal de la salsa alguno de los estilos populares propios de Puerto Rico, como la bomba o la plena, se miraron en el espejo afrocubano?

1) El son montuno cubano tocado a la manera de  Arsenio Rodríguez conectaba más con la sensibilidad de los expatriados borinqueños. Había ciertas equivalencias nómadas, ciertas similitudes existenciales, entre lo vivido por los cubanos en su isla (la problemtica del éxodo del campo a la ciudad, de nuevo) y lo que experimentaron los puertorriqueños que llegaron a Nueva York a buscarse la vida. Además, a diferencia de la plena o la bomba, cuyas descripiciones giraban en torno al mundo rural, el son montuno aludía a las complejidades propias del modo de vida urbano. Hay quien discrepa de todo esto. Willie Colón, por ejemplo, decía que podía pasarse toda la noche tocando salsa sin hacer ni una sola referencia a la música cubana.

2) La música afrocubana  había gozado de cierta popularidad en el Nueva York de los años 30 y 40. A finales de los cincuenta, tras el agotamiento comercial del mambo y del chachachá, la música latina vuelve a replegarse en el barrio, de mayoría puertorriqueña. La música afrocubana es la música que por cercanía e identificación simbólica van a escuchar los nuyoricans de la época.





martes, 18 de noviembre de 2014

A2

Al meter la mano en el bolsillo del chaquetón y no encontrar el sobre con el dinero experimento una sensación parecida a la del trabajador de una cadena de montaje que extendiera su mano y en lugar de tomar la pieza que espera y que la máquina todavía no le ofrece -pues debido a la repetición constante  de los mismos movimientos este hombre ha conseguido ser más rápido que la propia maquinaria- lo que palpara fuera el vacío. Esta nada palpable justo ahí donde más bien debería de haber algo produce un micro-pinchazo eléctrico en un punto determinado del cerebro, un pequeño cortocircuito que poco a poco, jornada tras jornada, va mermando cada vez más la cordura de este operario, cuyo previsible destino implica una sucesión de problemas psicosomáticos, desencuentros amorosos y bajas por depresión que culmina con su muerte laboral y social.

 ¿Pero dónde coño he puesto los mil euros?

 Mil euros, quinientos de mi novia y quinientos míos. Mil euros que iban a ser ingresados en una cuenta conjunta. Hago footbreak, que significa que freno con un pie, y me bajo del patín. Estoy parado en mitad de la plaza y creo que voy a llorar. La última vez que lloré fue viendo el telediario. Y la anterior con el final de una novela de Junot Díaz. Parece que solo lloro con la ficción, pero no, también puedo llorar por dinero. Por su pérdida.

PAUSE:

Fue hace más de quince años. Acababa de terminar de trabajar como extra en una cafetería que había montado mi tía en un centro comercial. Durante diez horas serví cafés, serví tostadas, serví zumos, serví bocadillos, serví minipizzas, serví sonrisas radiantes y serví buenas palabras, esfuerzo que mi tía entendió que valía cinco mil pesetas. Con el flamante billete en el bolsillo salí con la intención de dirigirme a la feria, porque era joven, era mayo y era Córdoba. Un coche paró a mi lado y desde el interior una mujer me preguntó si sabía dónde quedaba la feria. Le contesté que yo iba para allá y que si me llevaban podía indicarles. Me venía de perlas porque estaba muy cansado y el recinto ferial estaba en la otra punta de la ciudad. Me subí en la parte de atrás y mantuvimos una de esas conversaciones inconexas que se dan entre desconocidos. En un momento determinado la conductora paró el coche, saco de la guantera un espejito y preguntó si teníamos un billete. Yo me sentía en deuda con ellas por haberme ahorrado la caminata así que les ofrecí el mío. Pese a que rechacé la raya que me ofrecieron no recuerdo qué fue lo que pasó, el caso es que cuando llegué a la caseta donde había quedado con mis amigos y me busqué el billete, allí no había nada. Y lloré. Recordaba el billete cilíndrico y el montoncito de farlopa sobre el espejo y los zumos y las tostadas y los cafés y las sonrisas falsas y las buenas palabras y la camisa blanca de camarero y mis zapatos baratos y no podía parar de llorar. Una amiga me hizo un porro y me abrazó. Según ella esa noche no me iba a faltar de nada.

REC:

Ya sé dónde están los mil euros. Los tienes tú.



lunes, 17 de noviembre de 2014

Autoficción 1 (En adelante A2, A3...AN)

(Autoficción: el protagonista soy yo convertido en personaje. O sea, que no soy yo. Lo que le pasa al prota puede basarse tanto en hechos reales como en la imaginación del autor. Los personajes que aparezcan por aquí no serán personas reales en ningún caso.)

Tres semanas después de que el tobillo se me torciera a traición y adoptara la forma de un melón de Villaconejos me dispongo a coger de nuevo el long. Tengo que ir al banco y voy a grabarlo todo.

REC:

El patio comunitario está lleno de plantas bien cuidadas cuyos nombres, tanto comunes como científicus, desconozco. Llevo mil euros en el bolsillo del chaquetón. Jesús, el portero, me devuelve el buenos días sin levantar la cabeza de la fregona. Sé poco de Jesús, que es español, blanco, calvo, que tiene unos 60 años y un hijo que viene de vez en cuando a suplirlo, que le gusta escuchar música o la radio mientras trabaja, que es estimado por algunos vecinos, que lee periódicos gratuitos. Se mueve por el edificio con el flow de los que llevan en el mismo sitio mucho tiempo, con fluidez, casi como si la finca fuera suya; con dignidad, casi como si se supiera imprescindible. Piso el suelo recién fregado con expresión de culpa, con un pelín más de expresión que de culpa, y salgo a la calle. Hay tanta luz que me siento la cara oculta de los ojos. Me pongo el casco y oigo a mi espalda: ¡Hey, hermano! Mahamadou está sentado en un banco negro de falsa forja, bebiendo cerveza y fumando cigarrillos. Lo que sé de Mahamadou: que es negro, senegalés, calvo, que tiene entre cuarenta y dos años -esa fue la edad que me dijo que tenía la primera vez que le pregunté- y cincuenta y tres. Que en Senegal fue policía y profesor de karate, que tiene dos niñas en su país y que vende por  las calles de Madridcentro  bolsos y complementos varios, pero que evita la manta porque tiene la espalda regular y al parecer es un trabajo muy duro. Tuvo una enfermedad ocular hace poco que estuvo a punto de dejarlo ciego, pero gracias a la gente de Yo Sí Sanidad Universal Lavapiés  pudo operarse y ahora ve mejor que yo. Pasa muchas horas en la puerta de la tienda de conveniencia que hay frente a mi trabajo. A veces una jornada laboral completa. Pensativo y cordial, saludando a todo aquel que se deje saludar, plantado en esos dos metros cuadrados de España, la temporalidad europea va atravesando a este africano negándole casi todo; menos latas de cerveza de medio litro y arrugas. Hace poco que se ha empadronado con nosotros, en nuestra casa. Vive en una okupa: si lo pilla la policía vendiendo su género y sin un documento que acredite que está empadronado en algún lado pueden ingresarlo en un centro de internamiento de inmigrantes o expulsarlo del país directamente. Me regala un caramelo de menta y nos decimos adiós. Antes de enfilar la cuesta de Ave María vuelvo a mirarlo y me grita: Mejor, hermano, mejor. Y yo no estoy muy seguro de lo que quiere decirme con esto, si mejor es que patine, que me vaya, que lo haya vuelto a mirar una vez que nos habíamos despedido o qué. Mejor, Mahamadou, mejor.
La calle Ave María es una cuesta empinada partida en dos por una carretera de adoquines que si la enfilas hacia abajo montado en el monopatín se convierte en una peligrosa dirección prohibida. Me mantengo en la acera todo el tiempo que puedo muy atento en esquivar a los transeuntes y a las losetas levantadas. La última vez que di con una loseta mal avenida se me encajaron las dos ruedas traseras en el saliente y volé. Volé mucho, dos o tres metros, aterricé con todo el dolor de mi muñeca derecha y mi cadera cerca de un señor que estaba tomándose un café americano en la terraza de la taberna La Mina. Al verme tirado en el suelo, sentenció: No pasa nada. Y en aquella ocasión tampoco supe muy bien qué quería decir este hombre, si era que que no le había molestado que cayera junto a él, si no pasaba nada porque me estuviera doliendo el cuerpo dado que el cuerpo, al fin y al cabo, es el lastre del alma, si no pasaba nada en general o si lo que pasaba era nada, en plan nihilista. Me incorporo en la carretera en dirección contraria al fluir de los coches y empiezo a sentir las energías (por llamar a esto que siento de algún modo), la llamada, de los establecimientos por donde paso:  Go Vegan, donde siempre que quiera puedo comprar carne falsa hecha a base de soja ecológica, Bar Los Gamos, la antítesis de Go Vegan hecha bar, donde jamás me he sentado, el Chino Guay, al que denomino de este modo porque no sé cómo se llama y vende los ingredientes de la sopa  agripicante que ahora se cocina en mi casa, Bajoelvolcán Vinilos y Libros, donde me gasto el dinero que a veces no tengo, Olivia Bar, el garito al que yo iría si yo fuera de bares, Supermercado Día, que cuando abrió tuvo una movida a propósito de los cimientos con la comunidad de vecinos que quedó en agua de borrajas, La Inquilina, que más que llamarme me repele, Viva Chapata, donde ponen comida vegana hecha con cariño, Café Barbieri, cuya ornamentación me desata complejo de clase, etc, etc. El tramo comercial que va de mi casa a la Plaza de Lavapiés, en definitiva. Y ya en la plaza, donde ahora desemboco, el sonido de un radiocassette emite un merengue pachanguero, cinco niños juegan al fútbol a balonazo limpio, una señora reparte vasos de plástico en los que se transparenta un líquido amarillento a un grupo de latinoamericanos, un guiri toca la guitarra sentado en un banco mientras se torna cada vez más rubio, un río de orina desbordado se aproxima desde Travesía de la Primavera, una nube de humo verde flota frente a la puerta del Carrefour, dos madres juegan en el minúsculo espacio recreativo de la plaza -tres columpios- con sus hijos, un hombre avanza  haciendo eses en un monopatín con cara de querer registrarlo todo, tres bengalíes fuman de pie, otro pasa con un carro hasta arriba de cajas de fruta, una señora se queda parada frente al quiosco de prensa un buen rato y luego se va sin comprar nada, una lata de cerveza vacía comienza a levitar, un diente cae al suelo, una mancha de vino tinto se materializa en una sudadera blanca. Y, sí, un sobre con mil euros, de repente, deja de estar donde estaba.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Entrevista a Efraín Rozas, de La Mecánica Popular

Hace unos meses, buscando música por la red, me dio por poner en la barra el buscador una conjunción loca: "salsa y psicodelia".  Y esto fue lo que encontré.




Guau, me dije, ¿pero esto? Y saltaron todas las alarmas de mi habitación. Busqué el disco al que pertenecía el temazo y, boom, desde ese día me declaro fan de La Mecánica Popular. Pero fan-fan. Fan hasta el punto de proponerle a uno de sus integrantes, Efraín Rozas, una entrevista.
Él, tan majo, accedió.




Antes de nada quería preguntarte por los comienzos de tu relación con la música. ¿Hay algún músico en tu familia? ¿Qué escuchabas de pequeño? ¿Y de adolescente? ¿Qué tipo de música te dejó de gustar y a cuál le has sido fiel a lo largo de los años?

Mi abuelo era un aficionado al arte en general. Un tío mío es uno de lo más importantes compositores académicos de Perú, un pionero en usar música andina en ese contexto, y mi madre escuchaba músicas muy diversas en su radio. Siempre escuché de todo, rock, pop, andino, afro latino, clásico; luego jazz. Ya más grande empecé a investigar en grabaciones de campo tradicionales de muchos países, en las vanguardias... amo la música y más bien cada vez escucho más cosas.

¿Cuáles son tus referentes actualmente?

Faltydl, un disco de “Rara” o “Gagá” de Haití, los blues de Hendrix, las épocas más improvisatorias de Santana, Dj Rashad (de la movida Footwork de Chicago). Y lo de Miles Davis con Pete Cosey (un superguitarrista).

¿Qué debemos entender por música popular en el siglo XXI?

Pues, la verdad, eso de dividir música popular y académica en 100 años me parece que va a desaparecer. La música que escucho justamente rompe ese esquema. 

 “Cuando estaba pinchando en Lima, un amigo me hablo de los hipsters peruanos. Me dijo que era un fenómeno nuevo, creado a partir de 2009 bajo la influencia de la web Pitchfork. Esos hipsters me pidieron que les trajera de Nueva York algunas copias de Roots of Chicha, un recopilatorio de cumbia psicodélica, para ahorrarse gastos de exportación. Lo curioso es que muchas de las cumbias recogidas en el disco las pueden encontrar mucho más baratas en las tiendas de segunda mano de su propia ciudad.” ¿Qué te parecen estas palabras de DJ/rupture?

Mmm. Pues por un lado me parece exagerado, la gente que le dijo eso debe ser una élite bien exclusiva porque la chicha ha permeado en todo Perú. Son coletazos de colonialismo, ¿no? Ese aislamiento. Por otro lado me parece que el movimiento del global bass/world electronics al que de alguna manera pertenece Dj/rupture es también el soundtrack de la expansión de la modernidad, un world music 2.0, traduciendo sonidos locales a un sonido mas “global” que en realidad es un sonido más Europeo, más de Estados Unidos. Ojo, ¡Dj/ruture me parece interesante muscialmente! Lo que me parece peligroso es cuando solo le damos cabida a UN solo estilo. ¡Que haya Dj/rupture! Pero que junto a él los productores pongan a Meridian Brothers o Tomas Tello que hacen una electrónica con elementos tradicionales pero con un enfoque muy distinto, que es bien diferente a la aproximación hipster de la que hablas, la segunda generación del world music y todos los estereotipos que este último tiene. Pero en este juego de hegemonías creo que nadie se salva, todos estamos en la red de poderes y hay que estar con los ojos bien abiertos y ser bien honestos.

Habéis hecho muchas actuaciones en Nueva York, ¿qué diferencias encuentras entre el público peruano y el estadounidense?

Con la Mecánica Popular no he tocado en Perú así que no podría decirte. Pero mi intuición es que aquí en NYC hay una avidez por lo nuevo y una voluntad de apoyar al artista para que pueda desarrollar su sonido. Porque todo gran artista pasa un proceso de desarrollo que requiere un apoyo curatorial, económico, de difusión, para que puede florecer y explotar.

Una pregunta importante: ¿baila la gente en vuestros conciertos?

SIEMPRE. Ese es el sentido de la banda. 
 
¿Cuál es el panorama actual de la salsa? ¿Se puede hablar de comunidad salsera o sólo de una escena en la que cada cual va a lo suyo?

Pues aquí se está empezando a armar una pequeña e interesante escena con Los Hacheros, Williamsburg Salsa Orchestra y Djs que están volviendo a la salsa dura que nació aquí.

¿Qué grupos salseros nos recomiendas?

Contemporáneos Los Hacheros, Bio Ritmo, Williamsburg Salsa Orchestra y de siempre Ray Barretto y Eddie Palmieri, mis héroes.

¿Cuál es el último disco que no paras de escuchar?

Varios! En este momento, mientras escribo, Blues, de Jimmy Hendrix.

Niño de Elche, un cantaor flamenco experimental, dice en una entrevista que una de sus grandes crisis como artista se produjo cuando tuvo que confrontar lo que cantaba con su vida cotidiana. Una de las cosas que más me he entusiasmado de tu disco es que uno puede cantar esas canciones y hacerlas suyas porque conectan cierta sensibilidad actual. Dejé de escuchar a Ismael Rivera por una canción: Si te cojo. ¿Crees que existe la idea en el público de que la salsa promueve valores reaccionarios?

No lo tengo muy claro. Pero ahora ando en una búsqueda de un lenguaje más musical. He estado experimentando incluso con efectos, en los que ya ni la voz se entiende. Es como mi experiencia con músicas en inglés... no entendía pero había una transmisión misteriosa de significado. Por ahí estoy explorando.




En un panfleto antihipster publicado recientemente en España, Indies, hipsters y gafapastas. Historia de una dominación cultural, su autor, el crítico Víctor Lenore, habla de una ocasión en la que entrevistó a Rubén Blades y dice: "Recuerdo como una lección la vez que me tocó entrevistar a Rubén Blades en 2003. Comencé por comentarle que en Rockdelux  habían escogido su álbum Buscando América (1984) entre los doscientos mejores discos del siglo XX. "¿En qué puesto me pusieron? ¿En el doscientos?" Blades sabía que no existía ninguna posibilidad de quedar entre los primeros. Sencillamente: era panameño y hacía música para todos los públicos." . ¿Que opinión te merecen estas palabras?

Mira, esa discusión de hipsters sí, hipster no, no me interesa mucho. Las etiquetas no me gustan. De lo que sí te puedo hablar es de cómo ciertas tendencias se entienden como “la vanguardia” o el “aquí y ahora”, cuando en realidad hay muchas otras interesantes que definitivamente no tienen los recursos para ser tan claras en su menaje, o que por innovadoras no llegan a cuajar. Entonces más bien hablemos de eso, de cómo en nuestro día a día excluimos algo porque no se parece al mainstream o de cómo apoyamos a músicos alternativos, de la periferia. Mira, ya hemos gastado bastante en hablar de esas categorías, mejor pongamos la pregunta en estos términos: ¿Cómo hacemos como músicos, público y productores para que otras voces se visibilicen? No me interesa ser anti nada. Yo tengo algo de hipster también. Me interesa  todas las voces, las hipster, las autistas, las LGBT. Que estén todas.


A un año del lanzamiento del disco, ¿cuál ha sido la respuesta de la prensa cultural?

Muy bien, hemos tenido apoyo aunque es difícil también porque creo que es un producto medio raro en el sentido de que es salsa pero no; tiene elementos de diferentes lugares. Igual nosotros ya hemos logrado hacer algo más orgánico de tanto tocar en vivo, entonces el siguiente disco será más inclasificable aún pero más orgánico. Y el concepto será mas claro a la vez. Este disco tiene esa virtud y ese defecto. Se me viene a la cabeza la imagen de un injerto en una planta. Aún se ven las uniones en el disco, pero ya van a salir las frutas de ese injerto y parece que van a ser bien ricas.

¿Crees que la salsa es un estilo musical que puede interesar a las nuevas generaciones?

Yo creo que cualquier estilo puede interesarnos si escuchamos con atención.

¿ Ha tenido una buena acogida vuestro proyecto en entornos salseros más clásicos?

Sí y no. Siempre hay buena acogida. Aunque en los salsódromos más clásicos de NYC la gente nos aplaudió, se notaba que querían lo de siempre. Igual siempre nos han escuchado con amabilidad y respeto y lo han disfrutado.

Aquí, entre tú y yo, ¿cuál es tu tema preferido del disco de La Mecáncica Popular? ¿A qué canción le tienes más cariño? Yo flipo mucho con Muy distinto; y con Guajiro.

Guajiro y Sé que me olvidaste me parecen los temas mas logrados del disco.



Cuando pongo en el bar vuestro disco siempre hay alguien que se acerca para preguntarme, “Perdona, ¿esto qué es?”. Esa mezcla de psicodelia y salsa... ¿Qué efecto queréis crear en el que os escucha?

Yo creo que hay gente que hace música para ser parte y continuar una escena, y otros hacen música para una escena que se imaginan. Yo me imagino una fiesta de gente bailando salsa durísima pero a la vez alucinando, casi meditando... en éxtasis... Creo que la religiosidad afro cubana tiene algo de eso... llegar a lo más elevado a través del cuerpo, del gozo, cosa que en occidente es medio contradictorio; para algunos, al menos.

Bueno, Efraín, muchas gracias. Si quieres añadir algo. Si tienes en mente alguna pregunta que hubieras querido que te hiciera y no te he hecho, adelante.

Muchas gracias a ti! Por favor añade nuestro link de FB. Tenemos un show el 7 de noviembre en NUBLU... SALSA Y SEXO vol. 7.
Salsa y sexo vol. 7

martes, 28 de octubre de 2014

Diez cosas a tener en cuenta cuando se va a un bar

Hay un cartel en un bar de Lavapiés que dice lo siguiente:

En este bar el cliente es el rey pero el camarero es Dios.

Como creo más en las relaciones entre iguales aquí va un posible decálogo por el bien común.

1. El camarero está de servicio. Contra lo que pueda parecer a la mayoría los camareros no nos cuesta demasiado realizar ese trabajo afectivo que consiste en ser simpáticos. Los camareros preferimos trabajar en un ambiente de acolchada cordialidad antes que hacerlo en un lugar donde predomine el mal rollo. Pero no lo olvides: el camarero está trabajando, te ayudará siempre que pueda, escuchará lo que tengas que contarle en la medida de sus posibilidades, pero recuerda que tiene que atender a otras personas, cambiar el barril de cerveza, limpiar la barra, pegarle un grito al mangante que ahora mismo le está echando mano a tu cartera y un largo etcétera de pequeños deberes que hacen inviable la recepción continuada de tu mensaje-tabarra.

2. Al camarero, como a todo cristo, le gusta gustar pero no que le atosiguen. El camarero no se puede ir del bar, en ocasiones tiene que moverse dentro de una barra realmente minúscula, así que debes moderarte en tus comentarios a propósito del camarero. Sobre todo, querido cliente, debes abstenerte de opinar acerca de su físico en voz alta. Si ves que la camarera tiene los pezones de punta no hace falta que digas nada. Tampoco es necesario que la mires con cara de baboso. Si el camarero te parece atractivo pero no muestra interés alguno por las señales que le lanzas, claudica. Es un puto coñazo trabajar así.

3. El camarero no está borracho. El camarero no lleva tu pedal, como mucho se habrá bebido un par de cañas, así que no puedes obligarle a que muestre más alegría de la que muestra ni a que cante o baile esa canción de los Rolling que no conoce ni mucho menos a que se funda contigo en un fraternal abrazo y ¡ueeeeeo!

4. El uso generalizado del garrafón es un mito. De entre todos los bares donde la espalda del camarero ha ido arqueándose progresivamente no ha habido ni uno solo en el que se vendiera alcohol fraudulento. Así que la disposición a sospechar y esa estrategia de mirar fijamente a los ojos del camarero para ver si éste titubea cuando se le pregunta si será de garrafón el Red Label que llena la copa, se presentan como modos de proceder completamente obsoletos.

5. Da igual que conozcas al jefe.  Frente a una negativa: "¿Está [nombre de pila del jefe] por ahí?". Esa forma de intentar vencer la resistencia del empleado apelando a una hipotética amistad con el jefe resulta particularmente miserable. Si ya no ponemos más copas da igual quién seas que no te vamos a poner nada. No estamos en un cortijo. El camarero no va a echar ni un minuto más sólo porque tú hayas estudiado con la jefa hace veinte años en Salamanca.

6. No dudes del camarero en aquello que sabe mil millones de veces con más rigor que tú, por ejemplo, la hora del cierre. "Pero, todavía no son las cuatro", "Cerramos a las tres", tras mirar su reloj, "¿Seguro?"

7. No des por hecho que el camarero es un farlopero. Ya no estamos en los noventa. Así que si se rasca la nariz reiteradamente no hace falta que hagas bromitas y pongas cara de doble sentido, seguramente será que es alérgico.

8. Un bar de copas no es el duty free de la moralidad. La palabra dada debe cumplirse como en cualquier otro lado.

9. Los regalos son voluntarios. Pedir cañas gratis, chupitos gratis, cosas gratis, alegando que has consumido mucho pone al camarero en una situación incómoda. Muchas veces no podrá invitar porque sus jefes no se lo permiten, otras veces no podrá porque hay que cumplir con unos objetivos de venta y otras simplemente no querrá. Repetir que no quince veces es muy cansino (Particularmente, prefiero que alguien me pida una caña porque no tiene dinero a que me exija algo gratis porque ha gastado mucho).

10. Y en último lugar pero no por ello menos importante: violencia etílica. El camarero no tiene que aguantar tus frustraciones mal llevadas ni tus delirios agresivos. Es muy, pero que muy, agobiante tener que lidiar con borrachos violentos. Si el camarero te dice que no te sirve más bebida, acéptalo, seguramente lo agradecerás al día siguiente.


martes, 21 de octubre de 2014

Niño de Elche lo sabe

Cuenta Niño de Elche en una entrevista para Mapa Sonoro que una de sus grandes crisis como artista se produjo cuando tomó conciencia de que muchas de las letras de flamenco que cantaba tenían muy poco que ver con su vida cotidiana, y que una vez que se abrió a otro tipo de textos, sobre todo a través de la poesía y de los cantautores, y estableció un discurso propio, ya fueron las estructuras clásicas del flamenco las que se le quedaron pequeñas.

Si hay algo que nos aleja de la llamada música popular es la caída de ésta en el anacronismo. Eso no quiere decir que todo lo antiguo haya dejado de tener validez. Hay canciones de la tradición que todavía funcionan, que todavía tienen que ver con nosotros, canciones que aún nos sirven para celebrar la vida y para llorarla, precisamente porque hablan de cosas que siguen pasándonos, de sentimientos muy nuestros, de injusticias que aún padecemos, de amores que encontramos o que perdimos, de amigos que se fueron; las otras, aunque podemos apreciarlas, no son más que piezas de museo.

Y al museo se va algún domingo, pero no todos los días.

Niño de Elche, Me sobra el corazón. 





domingo, 12 de octubre de 2014

Racismo inconsciente, distinción y desarraigo. De una lectura del libro de Lenore


Cuando estaba estudiando la carrera en Sevilla trabajaba de camarero, cómo no, en un bar de La Alameda de Hércules al que iban muchos poperos. Poperos, así es como se les llamaba antes a los indies. Ahora son hipster. Básicamente, yo era un perroflauta (de eso me enteré después) que venía del hip hop, o un hiphopero con toques perroflautistas, sacudido en ese momento por el brutal sortilegio de esa alienación de la música popular latina que fue la salsa de los años setenta y ochenta, y fascinado por las distintas derivaciones del tropicalismo brasileño. Como no había discjockey en el bar y muchas veces trabajaba solo, el que se encargaba de poner la música ahí era yo. ¿Y qué ponía? Pues hip hop, salsa, salsa, Tom Zé, salsa, Héctor Lavoe y hip hop. Algo de flamenco, Caetano Veloso y más salsa. A veces hardcore melódico tipo Bad Religion, que era la otra música que escuchaban mis colegas. Algo de Tom Waits, y más salsa. Ahora los poperos que entraban al que, hasta mi llegada, había sido su bar, su local de encuentro, su privilegiado place to be, en lugar de escuchar guitarras distorsionadas y susurros en inglés eran atravesados por el lanzallamas del trombón de Willie Colón y golpedaos dentro del cerebro por las rumberas de Roberto Roena. Algunos me odiaban, y lo veo normal: por aquella época yo tampoco hubiera soportado que en mi local habitual pusieran música indie, si yo hubiera tenido un local habitual al que ir, un bar en el que pusieran el tipo de música que a mí me gustaba. Pero no, bares así no había. Era buena música y era justo que, dado que yo iba a pasar el tiempo currando en ese bar (sin contrato, eh), al menos pudiera estar entretenido moviendo el culillo. Sobre todo me acuerdo del desprecio que sentía por la música que yo "pinchaba", y por extensión por mí, un antiguo novio de mi jefa, el cual un día, moraíto como un lirio, ebrio de alcohol y de ultrajado amor al rocanrol, pego un grito en mitad del bar y dijo, mientras La Lupe también gritaba desde los altavoces (¡Fever!), que la música que yo ponía era la música que se oía de fondo en las pornos del Canal 47, una basura, la música que escuchan en la cárcel los putos sudacas, y que había convertido su bar, su bar de siempre, en un garito ridículo.
La música que escuchaban los sudacas en la cárcel... ¿No era eso lo que nos había dicho, mutatis mutandi, nuestro profesor de Lengua Española en la EGB cuando un día en el recreo nos escuchó a un grupo de chavalines y a mí cantar una canción de Los Chichos? "Parad, ese es el tipo de música que cantan los gitanos en la cárcel", nos regañó aquel gran amante de Cela.

"Uno de los méritos indiscutibles de Rockdelux es haber reservado espacio para la música negra. Fueron pioneros en la recepción del hip hop, incluyen discos africanos entre los mejores del año, incluso han publicado textos positivos sobre artistas como Carlos Vives, Juan Luis Guerra o Marc Anthony (un mérito considerable teniendo en cuenta que los estilos latinos populares son los más odiados por los hipsters en general y por los lectores de la revista en particular)."

Víctor Lenore, Indies, hipster y gafapastas: Crónica de una dominación cultural, Capitán Swing, Madrid, 2014

"Recuerdo como una lección la vez que me tocó entrevistar a Rubén Blades en 2003. Comencé por comentarle que en Rockdelux  habían escogido su álbum Buscando América (1984) entre los doscientos mejores discos del siglo XX. "¿En qué puesto me pusieron? ¿En el doscientos?" Blades sabía que no existía ninguna posibilidad de quedar entre los primeros. Sencillamente: era panameño y hacía música para todos los públicos."

(Del mismo libro)

Hace poco, estando con una colega, salió el tema de las distinción. Ella es de clase media-alta, y lleva una indumentaria que todo el mundo reconocería como hipster. En un momento determinado de la conversación se le escapó decir que nosotros, ella y yo, éramos élite, y que, más o menos, nuestros gustos, y nuestra visión de las cosas estaban por encima de los de la mayoría. Por encima de los de la plebe. Fue muy sincera, y eso es algo yo aprecio. Pero tuve que puntualizar: yo era un puto camarero en el ecuador de la treintena, con un nivel de estudios universitarios mediocre, que había nacido en un barrio periférico de una ciudad andaluza en el seno de una familia humilde de clase trabajadora. Que ella considerara que yo podía ser élite de la misma manera que lo era ella me hizo pensar en la idea que yo tenía de mí mismo y en la imagen que proyectaba en los demás. Y buscando por ahí encontré cierto prurito aristocrático en mi manera de entenderme a mí mismo con relación a mis gustos y de juzgar los de los demás.

"Fernández Porta explica espléndidamente la función de autoestima y estatus que contagian los consumos hipsters: "La mayoría de los expertos en estos asuntos procedemos de la clase media-baja. Eso nos hace experimentar un ascenso, no en el terreno económico, pero si ascenso simbólico, propio de una clase media fantasmal. Quiero decir que no somos clase media por nuestros ingresos, pero sí por los gustos y consumos culturales, que tienen una sofisticación equivalente a la de la aristocracia en su momento". Los hipster se ven a sí mismos como una especie de cortesanos sin títulos ni tierras, donde lo que se valora es dominar las últimas contraseñas cool que demuestran que mantienes tu snobismo al día."
(Del mismo libro)

Comencé a interesarme por la música indie, sobre todo por la que se hacía aquí en España, tarde. He dado mucho el coñazo a mis amigos de toda la vida, muy reacios a escuchar este tipo de música por floja, por pija y por mal hecha, con algunos grupos: Astrud, Sr. Chinarro, Los Planetas, etc. Se puede decir que yo llegué al indie cuando ya estaban cerrando, así que si he asistido al proceso por el cual era alzado hasta convertirse en "la deriva de los tiempos" (Ibrahim B) ha sido de forma paralela, anacrónica.
 Una de las cosas que más me atrajo de este tipo de música, del indie español, fue la letra de las canciones. No proyectaban una forma ideal, no tenían intención pedagógica, había humor e ironizaban sobre el amor y sobre ellos mismos. Si estas canciones contenían discurso político era tan sofisticado (o tan parecido al dominante) que no se notaba. Sus referencias eran en muchos aspectos culturetas. Huían de la postura buenrollista de los grupos de mestizaje que yo despreciaba. No era música panfletaria. Yo me decía, y les decía a mis amigos: quizás estén demasiado influenciados por la cultura anglosajona rubia, quizás sean un poco pijos, quizás no se curran mucho la música, pero al menos son honestos. Honestos. ¿Honestos con respecto a qué, a diferencia de quién? Creo que la génesis de mi gusto por este tipo de música coincidió en el tiempo con la época de mi vida en la que más solo me he sentido. Para ser sinceros, me parecían honestos ante una realidad que se había convertido en un callejón sin salida. Una realidad en la que la única posición que no resultaba falsaria era la irónica. Honestos a diferencia de los raperos, por ejemplo, siempre limando las asperezas de su individualidad para entrar en el molde que les imponía lo que yo a esas alturas percibía como una entelequia sin sentido: la comunidad. Cualquier tipo de comunidad.

"..el indie español se ceñía a los códigos prescritos desde el ámbito anglosajón. El indie fue la banda sonora del desarraigo, del vacío cultural, de la desconexión con la realidad más inmediata para ciertos jóvenes de clase media."
(Del mismo libro)


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martes, 7 de octubre de 2014

El Acontecimiento y la vuelta a los orígenes


"Según determinados teóricos culturales indios, el hecho de que se vean obligados a utilizar el inglés es una forma de colonización cultural que censura su verdadera identidad: "Tenemos que hablar en una lengua extranjera impuesta para expresar nuestra identidad más íntima y ¿acaso no nos pone esto en una situación de alienación radical, puesto que incluso tenemos que formular nuestra resistencia a la colonización en la misma lengua que el colonizador?" La respuesta a esta pregunta es: sí; pero esta imposición del inglés (una lengua extranjera)  creó precisamente lo que está "orpimido" por ella; es decir, lo que está oprimido no es la India precolonial real, que se ha perdido para siempre, sino el auténtico sueño de una nueva India democrática y universalista. (Malcom X seguía el mismo principio cuando adoptó X como su apellido: no estaba luchando por la recuperación de determinadas raíces africanas primordiales, sino precisamente en nombre de una x, de una nueva identidad desconocida que había surgido por el mismo proceso de esclavitud que hizo que las raíces africanas se perdieran para siempre). Este caso muestra cómo el tema no es que no hubiera algo antes de la pérdida: por supuesto que había algo antes de la perdida -en el caso de la India una tradición basta y compleja-, pero esta tradición perdida era un caos heterogéneo que no tiene nada que ver con eso a lo que quiere regresar la recuperación nacional posterior. Esto puede aplicarse a toda "vuelta a los orígenes": cuando, a partir del siglo XIX empezaron a aparecer nuevas naciones-estado en Europa central y del este, la vuelta a "las antiguas raíces étnicas" generó esas mismas raíces, produciendo lo que el historiador marxista Eric Hobswan denomina "tradiciones inventadas".
(...)
El acontecimiento definitivo es la Caída misma, la pérdida de una unidad y armonía primordiales que nunca existieron, que no son más que una ilusión retroactiva."

Slavoj Žižek, Acontecimiento; Sexto piso, Madrid, 2014

Jota y Menese


Forzando un poco la lectura para seguir pensando en las cosas que a uno le interesan:

 Lo que está oprimido no es el flamenco puro como el jamón, que lo mismo nunca existió, lo que está oprimido es el sueño de un autor de música indie cuya producción hasta el 2007 ha sido de influencia claramente anglosajona de salir de su propia alienación -alienación que sólo se convierte en real cuando se toma conciencia de ella- haciendo que su música incorpore de algún modo lo andaluz. Y yo brindo por eso. Con fino. O con redbull. 

sábado, 4 de octubre de 2014

¿En serio? Todos gachones

Un cuento divertidísmo de Miqui Otero integrado en Última temporada, una antología de nuevos narradores publicada por Lengua de Trapo el año pasado, me ha recordado que hubo un tiempo en el que mentir era gracioso. Inventábamos historias disparatadas con el fin de que nuestros amigos se las tragaran. Había quien empezaba siempre con un "¿No te has enterado de lo que ha pasado?" para continuar con un relato completamente hilarante a propósito de las cosas más absurdas. Si te lo creías, el cuentatrolas dejaba pasar un tiempo de cortesía para tu cerebro tuviera la oportunidad de dar marcha atrás; si perseverabas en tu error terminabas siendo fulminado por una mirada de compasión cachonda y fraternal desprecio mientras escuchabas: "Pero mira que eres gachón". Gachón era la palabra que utilizábamos para denominar al ingenuo que daba crédito. Nadie quería ser el gachón, pero sobre todo, nadie quería poner cara de gachón, porque el gachonismo es algo que se te queda en el rostro para siempre. Había grados, claro. Ahora mismo recuerdo a dos amigos que eran muuuy gachones. El hachís te condicionaba a la baja, quien estuviera fumado era presa fácil. Así que teníamos mantener un equilibrio muy fino entre estar en guardia y dejarnos llevar, y como la realidad también se las traía -a veces superaba con mucho a la gachonada más inverosimil- no sabías si lo que te estaban contando era trola o verdad. No valía desconfiar de todo, tampoco era viable la duda metódica porque dada la cantidad de tiempo que pasábamos juntos hubiera terminando siendo aburrido. Recuerdo algunas buenas gachonadas, como la del autobús, el 7, que se había salido de la carretera y estaba flotando en el Guadalquivir con los pasajeros a bordo. O esa en la que habían detenido a Leticia Sabater en la Plaza de la Corredera porque se había puesto a destrozar los veladores de los bares con un bate de béisbol, cansada de que le pidieran autógrafos. Paco, un experto en gachonadas, montó un grupo llamado Que Se La Casquen A San Pedro, y fulanito tuvo, de verdad, eh, un viaje astral (había salido al astral, decían) mientras vomitaba. Una vez el teléfono de la casa un amigo al que llamábamos por su apellido -González, por ejemplo- sonó y nuestro amigo escuchó al otro lado: González, que soy tu padre, a lo que González respondió: sí, dime. Joder, ahora mismo ya no sé si eso fue una gachonada a González -cuenta la leyenda que su verdadero padre estaba en la habitación contigua-, o a nosotros. 
En la universidad hice algunos intentos buenos de seguir jugando. Uno de ellos el de fue propagar entre un grupo de jóvenes estudiantes de Facultad de Filosofía la idea de que el filósofo José Antonio Marina antes de dedicarse a la filosofía hacía películas porno. En realidad, esta mentira era un remake de una en la que yo había caído hacía años con Ice-T. Me hacía más gracia pensar en José Antonio Marina como un antiguo Nacho Vidal. Hubo quien se lo creyó. Gachones.
En el cuento de Miki Otero (muy divertido, ¡en serio!), Se busca insecto palo, hay un momento en que se hace referencia a una coletilla interrogativa muy usada en los últimos años entre los jóvenes y los viejóvenes. El ¿En serio? El protagonista del cuento no puede soportar que la chica de la que se está enamorando también tenga esa disposición a dudar o a sorprenderse de lo más trivial.

"-¿En serio?
Tú no, por dios, no digas eso."

Me pregunto:
¿Qué pasa que nuestra primera reacción es de sorpresa ante cosas tan poco sorprendentes?
¿Qué pasa tenemos que expresar que sospechamos hasta de lo más tonto?

-Soy fotógrafo.
-¿En serio?

-Mañana es mi cumpleaños.
-¿En serio?

-¿Me voy a mi pueblo?
-¿En serio?

-Te quiero.
-¿En serio?

-Hola.
-¿En serio?

Pienso en las gachonadas y en esta moda lingüística y me pregunto...


martes, 30 de septiembre de 2014

Un estado de Facebook y Eichmann en Jerusalén


Esto lo escribí en Facebook de hace 2 días:

Decir lo mismo. Responder a una pregunta que ya te han hecho antes otras personas con la misma respuesta que diste la primera vez. Dos, tres veces, siete. Contar, por ejemplo, que tienes una casa con patio en mitad de Lavapiés, y expresar ese privilegio con idénticas palabras quince veces: "Tener un patio en mitad de Lavapiés es un lujo." Hacer una réplica literal de una frase que un día salió espontáneamente y explotarla hasta que te dé coraje escucharte, hasta caerte mal, hasta pensar: ya está otra vez el notas éste con lo del patio del lujo.
Repetir lo mismo tanto que al final tengas la sensación de que estás mintiendo, aunque estés diciendo la verdad.

Y hoy, leyendo a Hannah Arendt, me encuentro con esto otro:

"Sin duda, los jueces [de Eichmann] tenían razón cuando por último manifestaron al acusado que todo lo que había dicho eran "palabras hueras", pero se equivocaban al creer que la vacuidad estaba amañada, y que el acusado encubría otros pensamientos que, aun cuando horribles, no eran vacuos. Esta suposición parece refutada por la sorprendente contumancia con que Eichmann, a pesar de su memoria deficiente, repetía palabra por palabra frases hechas y los mismos clichés de su invención (cuando lograba construir una frase propia, la repetía hasta convertirla en un cliché) cada vez que refería algún incidente o acontecimiento importante para él. Tanto al escribir sus memorias en Argentina o Jerusalén, como al hablar con el policía que le interrogó o con el tribunal, siempre dijo lo mismo, expresado con las mismas palabras. Cuanto más se le escuchaba, más evidente era que su incapacidad para hablar iba estrechamente unida a su incapacidad para pensar, particularmente, para pensar desde el punto de vista de otra persona." 

Eichmann en Jerusalén, Hannah Arendt.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Lo más visto (así es como se repiten los del cine de la sábana blanca)

1. No porque se haya encontrado en la misma tantas veces lo deja de vivir como si de un trhiller se tratase. Y como si fuera un drama lo recuerda y le preocupa. Como si fuera un chiste se lo cuenta y se sonríe. Es de noche y de nuevo tenemos la misma estructura desplegándose. El eterno retorno era esto, lo sentimos. Se encuentra hablando con alguien en la mesa de la cocina. Sobre la mesa hay un cuchillo, vasos, platos, migas de pan. La conversación es cálida, amigable. En un momento dado se levanta de la mesa para coger una pieza de fruta, una manzana, beber un vaso de agua, ir al servicio, lo que sea. Al intentar volver a la conversación tropieza, resbala, pierde el equilibrio, se cae. Tan mala suerte tiene el pobre que en la caída, debido al gafe onírico y a la física macabra, el cuchillo que hay encima de la mesa se dispara y va directo al corazón de su interlocutor. Y lo mata. Como tantas veces antes lo deja sin vida. Y como siempre se sorprende, está atónito, llora muchísimo. Una pena tan grande como la mitad del infinito lo posee durante aproximadamente cinco segundos. Transcurrido ese duelo y dominado ahora por el espíritu del pragmatismo concluye en que es necesario ponerse manos a la obra y hacer desaparecer el cuerpo. A veces hay una elipsis y se encuentra con el cadáver ya descuartizado y metido en bolsas de basura. Otras se ve entrando a una ferretería para comprar una pala, vuela a lomos de otra elipsis y ya tenemos al interlocutor bajo tierra. Pero hay sospechas. El detective más intuitivo de la ciudad le ha echado el ojo. Es un tipo que recuerda al inspector de policía de Crimen y castigo y al personaje de James Stewart en La soga. Le hace preguntas difíciles de responder, su mirada le dice: has sido tú, lo sé, y verás cuando se entere tu madre. La historia termina cuando están a punto de arrestarle. Piensa que aun no está preparado para entrar en la cárcel. Lo último que oye es su propia voz ahogada gritando No.

2. Su novia lo deja por otro tío. Y no porque ya no esté enamorada de él, al contrario, lo quiere más que nunca, considera que él y no el otro es el hombre de su vida, el mejor partido posible, pero una fuerza superior a ella, y a toda lógica amorosa, hace que tenga que abandonarlo e irse con el otro tío, que por lo general es uno de sus mejores amigos -de los mejores amigos de él-, así que termina quedándose sin novia y sin amigo. Lo último que oye es su voz ahogada gritando Pues a tomar por culo los dos.

3. Está desdoblado. Lo siente. La entidad que le clava los ojos mientras él está tendido en la cama es él mismo. Su doble en versión lynchiana. El Bob que hay en él. Su propia sombra convocando al mal mientras se mira dormir. Y es más fuerte el que mira que el mirado. Quiere abrazarlo hasta quedarse el solo con todo lo suyo: su novia, su madre, sus amigos, su monopatín, sus libros, su vida. Su espectro está a punto de dar el paso y él no puede hacer nada: el miedo no lo deja defenderse. Lo último que oye es su voz ahogada gritando Yo no soy ése.

4. Llega tarde. La función en la que tiene que actuar ha empezado y él todavía está en el metro. Su turno en el bar comenzaba a las ocho de la tarde en Madrid y son las ocho y media y está en Albacete. El difunto ha muerto sin poder decir sus últimas palabras porque él era el único intérprete posible y no se ha presentado. El funeral de su mejor amigo termina cuando está cogiendo un taxi para llegar al cementerio. Ha ido a comprar el pan para el bar y se ha dejado el bar abierto y solo, no logra encontrar el camino de regreso, los clientes se acumulan frente a una barra en la que no hay ningún camarero. Tiene que hacer la selectividad y ha perdido el DNI. Ha quedado con su padre para que lo enseñe a conducir y no se acuerda dónde. Lo último que oye es su voz ahogada susurrando Perdón.



miércoles, 24 de septiembre de 2014

Pajas

"-Hoy hemos ido a una sesión de tuppersex para hombres heterosexuales.

-Ah, qué guay. ¿Y cómo ha ido?

-Muy bien. Nos hemos reído mucho. Un joven muy simpático sacaba vaginas de látex de diferente profundidad y distintos grados de vibración, algunas con pelo sintético, otras de corte brasileño, muñecas hinchables cuyas bocas abiertas escondían una especie de gelatina caliente que hacía las veces de lengua, tetas de goma blanda que se volvían más rígidas a la altura del canalillo (donde, a la cubana, uno podía introducir su pene erecto y frotarlo ahí hasta llegar al orgasmo) correas árabes, artilugios que simulaban bocas, culos, pies, y nos iba explicando en tono jovial todo lo que podíamos hacer con el género. Una risa. Lo hemos pasado bien."

Inverosímil, ¿que no? En el entorno en el que yo me muevo una conversación así entre hombres no se ha dado nunca. Jamás he tenido un amigo que me haya confesado que tiene en su casa un producto de látex comprado en un sex-shop para uso propio y exclusivo. Tener un coño de goma guardado en el segundo cajón de la mesita de noche me daría más pena que otra cosa.Y una muñeca hinchable ya ni os digo. Sin embargo, he asistido más de una vez a algún cumpleaños en el que la homenajeada ha recibido como regalo un dildo de color rosa, o a alguna conversación como la que figura arriba pero en la que las que protagonistas eran mujeres y bien. Normal. Aunque por lo general se acepta que todos los hombres nos pajeamos con mayor o menor asiduidad y que es una cosa normal e incluso sana (cada dos por tres sale un estudio de reputados científicos que dicen que es bueno para no sé qué) la mayoría de las veces en que se representa la masturbación de un hombre adulto heterosexual en el cine o en las series de televisión o incluso en la literatura, la imagen suele ser bastante sórdida. Mientras que la visión de un adolescente enganchado a la manivela (y con esta expresión no sé si lo que hago es redundar en perjuicio de este acto del que hablamos) todavía puede provocar ternura, la de un adulto heterosexual de 45 años suele provocar tristeza. 
El pasado 11 de septiembre Luna Miguel hablaba del Tumblr de Apolonia Saintclair en un artículo titulado Ocho formas bonitas de masturbarse. El artículo me hizo pensar en la falta de dignidad y atractivo de los que disfruta la paja masculina.Viendo esas ilustraciones a uno le daban ganas de ser mujer para que así masturbarse pudiera ser bonito ¿Tendrá que ver este contraste en la representaciones con aquello que interpretaba el filósofo Slavoj Žižek a propósito de Eyes Wide Shut: la vulgaridad de película porno de fontaneros con llaves inglesas y amas de casa deseosas de que les tapen los agujeros como epítome del deseo masculino frente a la misteriosa potencia sofisticadísima del femenino? En serio, ¿a quién le mola ser hombre cuando ve a Louie C. K. pajeándose como quien se rinde o se imagina a un personaje interpretado por Woody Allen amándose a sí mismo? Pues esos son nuestros pajeros, y las representaciones que los acompañan no suelen ser muy atractivas (por cierto, pajero se utiliza insulto). Paradoja: la masturbación del varón heterosexual está normalizada pero en su normalización resulta abyecta. La femenina todavía no está tan normalizada pero en su proceso de normalización se presenta como un avatar más de la liberación, por mucho que la objetivación sexual del cuerpo femenino haya sido una de sus condiciones de posibilidad. La representación de la masturbación femenina es cool y es empoderamiento. La masculina, necesidad, claudicación, sordidez, patología. 

¿Os imagináis un vídeo clip en el que unos hombres se masturbaran mientras entonan cánticos y que ese vídeo pudiera considerarse sexy?





Pues eso, volvemos a la pregunta despentesiana: ¿para cuándo la liberación masculina?












lunes, 8 de septiembre de 2014

La Mecánica Popular y Meridian Brothers


Dos grupos que estoy escuchando estos días desaforadamente. 

La Mecánica Popular



Meridian Brothers





A bailar con los experimentos.

viernes, 1 de agosto de 2014

El síndrome de París se nos queda corto

"El llamado síndrome de París, designa una aguda perturbación psíquica que afecta sobre todo a los turistas de Japón. Los afectados sufren alucinaciones, desrealización, despersonalización, angustia y síntomas psicosomáticos como mareo, sudor o sobresalto cardiaco. Lo que dispara todo esto es la fuerte diferencia entre la imagen ideal de París, que los japoneses tienen antes del viaje, y la realidad de la ciudad, que se desvía completamente de la imagen ideal. Se puede suponer que la inclinación coactiva, casi histérica, de los turistas japoneses a hacer fotos, representa una reacción inconsciente de protección que tiende a desterrar la terrible realidad mediante imágenes. Las fotos bonitas como imágenes ideales blindan a estos turistas de la sucia realidad"

Este texto es un fragmento de En el enjambre, el último ensayo publicado en español del filósofo heideggeriano Byung Chun-Han.

Volvía a casa ayer del Parque del Retiro en mi longboard cuando a la altura del Museo Reina Sofía, justo en el momento en el que yo avanzaba sobre las dos ruedas delanteras de la Landyachtz Loco 37 (nose-manual one foot), vi de reojillo que una chica me tiraba una foto con su móvil. Mi primera reacción fue de desagrado, mira tú la tía esta, me dije, pero conforme iba alejándome de ella empecé a darle vueltas al asunto: ¿y si la foto mola? No tengo muchas fotos patinando (suelo huir de los objetivos), y éste es un truco bonito; además, el hecho de que me haya pillado callejeando y no en el spot del Ángel Caído le da un plus. Lo trasheriza. Más o menos eso pensé, pero sin proposiciones ni palabras ni nada. Así que di media vuelta, esta vez sobre las dos ruedas traseras (manual), y me acerqué a ella. "Hola, he visto que me has hecho una foto, ¿me la puedes pasar?" "Claro."
La foto había salido movidísima, pero aun así registraba el truco. Y a mí, con un poco de imaginación, se me reconocía. Con el archivo ya en mi poder abrí el Instagram, lo pasé por un filtro y lo compartí; también en Facebook. Como leyenda puse algo así como que este truco era el más zen de todos, cosa que siempre he pensado, y dicho, aunque hay que tener en cuenta que esta acepción de zen que yo utilizo para hablar de movimientos realizados sobre una tabla con cuatro ruedas, evidentemente, no tiene mucho que ver con el significado real de este término. Imagino una línea infinita sin obstáculo alguno y una concentración total: nose-manual one foot.

¿Qué prefieres que alguien te grite un yeeeeah!! cuando clavas un truco o que alguien le dé al me gusta cuando publicas una fotografía en una red social clavando un truco?

La foto era pachanguera. La realidad de ese instante  a un pie y dos ruedas era mucho más rica. La foto, lejos de representar una realidad optimizada, devaluaba la realidad. La foto no hacía que este truco brillara, al contrario, lo volvía mate, triste, sucio, sin gracia.Y, sin embargo, ahí estaba, ocupando dos muros virtuales, recibiendo me gustas y corazones. 

¿Qué se puede decir de esto? ¿Que las imágenes no solo vienen a maquillar la realidad? ¿Que hay una necesidad de comunicar en imágenes lo que hacemos a lo largo del día aunque las imágenes no le hagan justicia a lo que hacemos? ¿Que toda esta avalancha continua de fotitos tiene que ver con una hipertrofiada necesidad de reconocimiento y que es más fácil captar la atención de la gente mediante imágenes digitalizadas, aunque sean una mierda de imágenes, que mediante la realidad tout court? ¿Será que la gente está más abierta al otro frente a la pantalla del ordenador que frente al otro de carne y hueso? ¿Será que necesitamos constatar continuamente mediante el feedback virtual que estamos vivos y que hacemos las cosas que hacen los vivos porque no andamos muy seguros de ello?

La explicación de optimización de lo real, en todo caso, se nos queda muy, pero que muy, corta.


miércoles, 2 de abril de 2014

Ya eres vegetariano




 

  Lo mismo soy un tostón, pero es que veo señales

 En las últimas semanas, no me preguntéis por qué, ha proliferado en mi muro compartido (últimas noticias) de Facebook un número inusual de publicaciones contra el maltrato animal. Por otro lado, llevamos unos cuantos años sin parar de expresar en las redes sociales el amor que sentimos por nuestras mascotas. Desde las impúdicas denuncias del horror: fotografías de prácticas aberrantes  donde una  representación descarnada de la crueldad te obliga a retorcer el cuello asqueado mientras te preguntas sobre lo idóneo de mantener en tu lista de amigos a semejantes hardcoretas (ese exceso de morbosidad), hasta juegos en cadena consistentes en colgar fotos de animales de aspecto gracioso, pasando por emotivos vídeos en los que perros abandonados y enfermos son recogidos y milagrosamente curados por veterinarios supermajos, fotos de animales que se parecen a personas famosas, fotos de animales en vías de extinción, fotos del perro de papá en todas las posturas posibles y de gatos filtrados de Instagram. No se puede negar que la presencia de imágenes de animales en nuestras pantallas es profusa. Estados donde se condena con tono beligerante actividades tan reprobables como la caza furtiva de elefantes (lejos) o la tauromaquia (cerca), se lamenta la extinción definitiva del rinoceronte negro (tres años después) o se celebra con efusión la prohibición del Tribunal de la Haya de cazar ballenas en La Antártida (hace dos días). De toda esta avalancha audiovisual de buenas intenciones para con los animales y compadreo estético entre especies se podría deducir que existe una mayor sensibilidad, al menos por la parte que le toca a mis allegados virtuales -los trescientos o por ahí que detento- por los problemas relacionados con el trato que mantenemos con esos seres sintientes que no forman parte de nuestra especie, aunque la mayoría, que yo sepa, sigue comiendo, y comprando, carne procente de granjas industriales.

Ya lo escribió hace cuarenta años (¡cuarenta!) Peter Singer, en ese mustaco titulado Liberación Animal:

"Protestar por las corridas de toros en España, porque coman perros en Corea del Sur o por la matanza de crías de focas en Canadá, a la vez que seguimos comiendo huevos de gallinas que han pasado toda su vida hacinadas en jaulas o terneros a los que se ha privado de sus madres, de una alimentación adecuada y de libertad para tumbarse con las patas estiradas, se parece a denunciar el aparheid en Sudáfrica mientras pedimos a nuestros vecinos que no vendan sus casas a personas negras."

Decía el filósofo Peter Sloterdijk en otro contexto que los europeos piensan como vegetarianos pero viven como carnívoros.

Se lo comentaba el otro día a un colega:

"Illo, si tú ya eres vegetariano, lo único que te falta es dejar de comer carne."

Fotografía de Mamen Fuertes


martes, 25 de marzo de 2014

Entrevista a Río Muten


Inauguro este blog entrevistando a Muten, de Río Muten y los Frescos de Altamira, con ocasión del lanzamiento de su primer álbum Río.


Foto de Ana Carbonero



Para empezar, háblame un poco de tu relación con la música. Antecedentes en la familia, primeras influencias, filias, fobias, abandonos, reencuentros, todo eso.

Para responder a tu pregunta voy a distinguir entre música en vivo y música enlatada, desde que recuerdo hasta ahora.
El primer recuerdo catártico que tengo es bailando el Paquito Chocolatero en la verbena de mi barrio siendo muy pequeño.
En mi familia no ha habido músicos activos, saber música era algo "muy difícil". Mi abuela cantaba sus coplillas y mi padre trajo un día a casa un acordeón que sólo salió del trastero para ser empeñado. Yo empecé activamente con un organillo Casio VL-Tone, a los 10 años o así, reproduciendo melodías que escuchaba en la tele. Ya adolescente aprendí a secuenciar con Cubase y un Atari ST. Y hace ocho años decidí aprender a tocar la guitarra por mi propia cuenta, me lo debía.
Respecto a la música enlatada vengo de la era de las cintas, los cassettes. Crecí bajo la influencia de mi hermana, cinco años mayor que yo. Ella traía música y yo la filtraba según mis gustos. Eran los años de la movida, aún escucho algunos discos de entonces. Lo primero que escuché por propia iniciativo fueron los Beach Boys, me ponía GoodVibrations una y otra vez, Heroes and Villains... En el instituto un buen profesor de música me abrió la puerta la música clásica al mismo tiempo que yo me iniciaba en el rap. Los primeros vinilos que compré, sin saber: "De la Soul is Dead" y "O.G. Original Gangster" de Ice-T, dos grandísimos discos. Creo que gracias a esa elección me enganché a esta música. La década de los 90 fui un apasionado del Hip Hop yanki y francés, todo el día con el walkman puesto. Montamos un grupo: Ingrediente Gris. En 1997 sacamos una maqueta muy interesante para aquel momento, "Teatro Mágico". Luego me fui a vivir a Inglaterra y al aprender inglés mucho del rap que había escuchado me defraudó. No asistí al auge del hip hop en castellano, estaba un poco cabreado con la neurosis y el dogma rapero. Lo cierto es que a día de hoy me gustan algunos temas.
Por supuesto nunca he dejado de escuchar otras músicas. Mis gustos han sido y serán de lo más dispar. Desde los Beatles, claro, a Jacques Brel, Caetano Veloso, Spinetta, Rancapino, Héctor Lavoe, Nina Simone, Leonard Cohen, Los Jaivas, Pata Negra, Shakti... Ante todo soy un melómano.

Estabas mosqueado con el rap. Dices que debido a la neurosis y al dogma, ¿puedes explicar un poco más eso?

Me di cuenta de que muchas letras estaban cargadas de machismo, homofobia, violencia gratuita y otras neurosis con las que no comulgaba en absoluto, a eso me refiero. Por otra parte el Hip Hop, a principios de los 90 en España era un movimiento relativamente joven y marginal. Para pertenecer a él tenías que ser "auténtico". Por ejemplo, si alguien dejaba de vestir como un rapero quedaba excluído: "Ya no es rapero". Los raperos de más antigüedad ostentaban la autoridad para decir qué era rap y qué no era rap. Para mí todo esto era quedarse estancado en una cuestión puramente estética. Cualquier tipo de música o expresión artística puede ser auténtica. Las etiquetas vienen después de la creación, para quien las necesite, nunca antes.

Sin embargo, en este primer disco de Río Muten y Los Frescos de Altamira, el rap está muy presente. ¿Para quién canta Río Muten? O mejor, ¿cuál es tu receptor ideal?

Canto rap porque me gusta, lo llevo en las venas. No canto para nadie en concreto, no tengo un receptor ideal. Gran parte del contenido de este disco parte de mis diálogos internos, de mis propios conflictos, así que se puede decir que van dirigidas a mí mismo, en mi lucha por conocerme. Soy una persona dispuesta a evolucionar y creo que cualquiera que también lo esté puede sacar provecho de estas canciones, al verse reflejado o expuesto.


Acostumbrado como estoy al discurso de la sospecha y a la hipertrofia de la ironía, me ha llamado la atención en este disco la utilización de un lenguaje que, a falta de otra fórmula, voy a llamar de la buena voluntad. Palabras muy puestas entre comillas en los últimos tiempos como libertad, amor, bondad o conciencia, son recuperadas en tus canciones. ¿Qué me puedes decir de esto?

No me gusta el cinismo. Todo se puede poner en tela de juicio pero pienso que después hay que mojarse y apostar por algo. Yo apuesto por la buena voluntad, como tú dices. Para mí significa voluntad de crear, aunque primero haya que destruir, cosa que también hago. Si te fijas estas "palabrotas": amor, libertad, conciencia, etc. aparecen en el disco como estados anhelados, son parte de una búsqueda podríamos llamar mística, no trato de dar ningún ejemplo.
Esta voluntad creativa también la entiendo como algo contrario a voluntad de poder, porque afronto estas cuestiones desde una visión libertaria. Joseph Beuys ha sido una gran fuente de inspiración para mí, ya sabes, "La creatividad es la ciencia de la libertad". Después de todo conflicto prefiero una actitud creativa. Si no, apaga y vámonos.

Hace más de 40 años Silvio Rodríguez, en Canción en harapos, levantaba el acta de defunción del arte burgués con pretensiones políticas, ¿estás de acuerdo con este diagnóstico? ¿Puede tener una canción una función política?

Creo que una de las funciones del arte es la función política. Aparte de ser músico he estudiado teatro. Estoy de acuerdo con Richard Schechner, el primero en usar el término "performance" tal y como lo entendemos hoy. Para él el teatro tiene varias funciones: educativa, terapéutica, política, entretenimiento, ritual, cohesión de grupos... Se pueden extrapolar estas funciones a todas las artes escénicas, incluida la música. El problema viene cuando sólo se otorga preponderancia a una de ellas. Pongamos por ejemplo la función política: el resultado será arte panfletario, cosa que me cansa. También puede ser un problema artístico si te olvidas de alguna de estas funciones, si en tu arte no eres divertido, o no sanas heridas, o no educas... o no eres político. El público echa algo en falta.
Respecto a la canción de Silvio para mí no es un acta de defunción del arte burgués, aunque para él lo sea. Brel se expresó en esos términos muchos años antes "C'est trop facile quand les guerres sontfinies..." (Grand Jacques). Además, ¿arte burgués? Parece un oxímoron. Ni burgués ni obrero ni aristocrático ni nada de eso. El arte es arte o no es, venga de quien venga.

En el disco no se aborda directamente el tema de la crisis económica, aunque está presente de forma de implícita. Ahora vives en Córdoba, donde la situación quizás es más dramática que en otras ciudades españolas, ¿no te has sentido tentado a escribir la gran canción de la crisis?

Las letras de este disco están escritas desde un punto de vista personal, individual, miran de abajo a arriba. Estoy preparando canciones más globales, mirando de arriba a abajo. Eso es lo que hacen los poderosos, mirar hacia abajo, por lo que tengo que tener cuidado de no tratar de imponer ninguna moral. Sólo quiero "echar la foto", luego corresponde al individuo elegir sus actos.

Viendo las imágenes del final de la manifestación de la marcha de la dignidad del 22 de marzo en Madrid, muy impactado por ese nivel de violencia, no he podido evitar pensar en Tu enemigo, el tema que le dedicas al conflicto personal de un policía antidisturbios (se agradece que no hayas caído en el lugar común ni en maniqueísmos baratos).

De nuevo, lo interesante de Tu enemigo es que afronta un tema como el de la policía desde el prisma del individuo, del manifestante, del tío que se mete a antidisturbios. Creo que el tema es más complicado para simplemente decir "Fuck the police" o "Cop Killer". En el 68, en Italia, le dieron una buena tunda a la policía en una ocasión y Pasolini se puso de su lado. Ellos (los polis) eran hijos de obreros. Los manifestantes eran pequeños burgueses. Le llovieron muchas críticas, pero yo entiendo que lo hiciera. Estaba atacando algo más profundo que un uniforme.


Le dedicas un tema a una borrachera de las malas, Rodrigo Rodríguez estás borracho. ¿Cuál es tu relación con las drogas en general y con el alcohol en articular?

Considero al alcohol el principal enemigo del pueblo, lo tengo clarísimo. Todos los pueblos indígenas de este planeta están alcoholizados. Yo, personalmente, aunque no sea abstemio, prefiero elevar la droga a la categoría de medicina. No entiendo un uso de las sustancias meramente lúdico. Lo del alcohol y el tabaco es aparte, ni siquiera puedo decir que sean medicina, por eso no fumo y mido con lupa mi consumo de alcohol.


Aquí, entre tú y yo, ¿cuáles son los temas que más te molan del disco?

Cada uno tiene algo específico que me gusta. "Alquimia" supone un logro por encajar un flow rapero en un compás ternario, es otra métrica. "La fórmula mágica" es épica, quijotesca, y me gusta hacer rap-swing. "¿Que darías a cambio?" es muy imaginativa, surrealista... De todas podría decir algo, no tengo favoritas.





Hablando con Shaker, otro de los Frescos de Altamira (maquetación), coincidimos en que en el disco había dos contrapuntos bien definidos, uno de ellos es la introducción del rollo flamenco, sobre todo en De la mala y la buena leche y el otro la introducción de -glup- mi rollo en  Comer carne. ¿Qué opinas?

Estoy totalmente de acuerdo. Creo que todo arte también debe desconcertar, dar la nota. Lo he hecho con esas dos canciones (Risas).




Río es un disco autoeditado que se vende a un precio bastante asequible. Tu decisión de cubrir gastos antes de liberarlo (antes de subirlo a la red para facilitar la descarga gratuita o meterlo en Spotify y otras plataformas similares), ¿responde a una cuestión meramente económica o hay algo más?

El motivo es económico, haber publicado el CD es fruto de un trabajo como otro cualquiera y no quiero que me cueste el dinero. Con eso me doy por pagado. Aparte de eso veo justo ganar mis honorarios con el directo.

Hablando del directo, ¿cómo lo tienes planteado? He oído por ahí que el 30 de abril presentáis el disco con un concierto en La Nave, en Córdoba.

La banda al completo somos Estiben Jorge Carmona (batería y percusión), Manolo Marcos (saxo y flauta), Juanma Domíngez (bajo y contrabajo), Jose Frías (DJ y programaciones) y un servidor (guitarra y voz). Está sonando muy bien. Según el sitio vamos más o menos miembros. También voy a veces yo solo y rapeo con la guitarra, hay que ser versátil.

¿Con quién te gustaría hacer una colabo?

¿Te digo la verdad? Con Mariano Rajoy, en plan Pimpinela (Risas). Aparte de esto me tomo con calma lo de las colaboraciones, primero es tocar con la gente y luego grabar. Mucha gente lo hace al revés, llaman por teléfono a tal o cual artista que admiran y hacen un tema... Para mí es muy frío. Necesito conocer a la persona. En el siguiente disco aparecerá Huracanma, un artistazo con quien toco a veces.

¿Qué canciones has escuchado más últimamente?

Quizá mi última canción obsesiva fue Touchme I'm going to Sceam part. II, de My Morning Jacket. Hace poco que descubrí el único disco de GoldenSilvers, lo he escuchado mucho. También A Banda Mais Bonita DaCidade. No había escuchado pop moderno y estos dos grupos me han convencido por completo. De rap, estoy abriendo orejas con EmoneSkillz y Cuarto Universo, chilenos... Después estoy profundizando en Bach... Siempre vuelvo a Khachaturian.... Como ves, no estoy a la última (Risas).



¿Libros? ¿Cine? ¿Series? ¿Videojuegos? De qué géneros culturales te alimentas con más fruición.

Series y videojuegos no, por favor. Ya paso más tiempo delante de una pantalla del que quisiera. Son como la tele, medios analgésicos, no catárticos. Hace poco me he enganchado a los comics: Maus, Persépolis, El Corazón Coronado, La Comunidad... Estoy flipando. No soy mucho de novela, a veces me leo un clásico. Creo que el último contemporáneo que leí fue Coetzee. Siempre tengo a mi alrededor libros "teóricos"... Filosofía, religión, ensayo... En donde vivo hay una interesante biblioteca relacionada con movimientos sociales y medios rurales. ¿Cine? Mi película favorita es Ran de Kurosawa. La última que me encantó fue Al otro lado, de Fatih Akin.

¿Cómo está siendo la respuesta de la gente en el mes que lleva el disco en la calle?

Los músicos especializados me han dado muy buenas críticas. Me han dicho que es algo nuevo. Noto que le gusta a la gente más melómana y a los que les importan la letras que escuchan. A los raperos que conozco les ha encantado pero no sé cómo lo recibirán los raperos mas dogmáticos. Tengo claro que no es un disco comercial, no es "easy listening" aunque se pueda bailar.


Para terminar, si tienes en mente algo de lo que te gustaría hablar...
Ya que me preguntas de qué quiero hablar te propongo una cosa, será una condición que ponga a mis entrevistadores a partir de esta primera entrevista. La condición es la siguiente: En esta entrevista yo te hago una pregunta a ti. ¿Aceptas?

Claro

Muten: ¿Qué motivos te llevan a hacer esta entrevista? Dicho de otro modo, ¿qué te resulta interesante de este proyecto musical?

Oche: Como a ti, desde adolescente me interesó el mundo del hip-hop. Pero llegó un momento en el que el rollito ego-trip y esquizofrénico (de lo más hardcore a lo más cursi en dos estrofas) me cansó. Me gusta la poesía y el spoken word. Estoy enganchado a las formas de expresión lingüística, y la estructura propia del rap da mucho juego en ese sentido. Llevo años buscando raperos que digan cosas interesantes, imaginativas, divertidas, que se respeten a sí mismo como creadores, que compongan canciones que, como dice Saul Williams, en el caso de que tuviera que rapearlas frente a mi familia, o frente a un público que respetase, no me provocaran sonrojo. Haberlos haylos, y tú estás entre esos raperos que merece la pena escuchar. Este disco me ha entusiasmado. Mucho.

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